Comentario
Durante la China imperial, la figura del emperador participa tanto de lo temporal como de lo sagrado. Esta doble participación se explica porque vigila, de hecho, tanto el orden sobrenatural como el natural del mundo. Dentro de la filosofía política china, el emperador es verdaderamente Hijo del Cielo, debido a que gobierna en virtud de un mandato del cielo, de un contrato que, según los teóricos chinos, sólo es recompensa a la virtud.
Bajo la dinastía Qing se produjo, como consecuencia de las necesidades de consolidar su dominio en China, un progresivo fortalecimiento y una mayor solemnidad de la figura imperial, en detrimento del aparato gubernamental.